lunes, 1 de diciembre de 2008

Sexualidad





LA SEXUALIDAD



El Genero

El género es una forma de clasificar los fenómenos de la vida en masculinos, femeninos y neutros. Está entretejido en todos los aspectos de nuestras vidas y es, para mucha gente, tan omnipresente y natural como el tiempo.A partir de la década de los sesenta, en los Estados Unidos, el pensamiento más creativo y vital sobre el género ha sido el producido por los estudios de mujeres. Como es natural, las deudas de este nuevo campo intelectual fueron grandes, especialmente con la antropología y la nueva historia de mujeres, con las feministas que no eran académicas y que escribían desde el movimiento, y con El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, publicado en 1949. Pero la energía, tenacidad, pasión y perspectiva multidisciplinaria que los estudios de mujeres han aportado a la exploración del género son, indudablemente, nuevas.La piedra fundamental de los estudios de mujeres sobre género es la separación del sexo, una condición biológica, del género, un conjunto de normas y comportamientos sociales y psicológicos. En inglés los términos que designan los dos sexos son female (hembra) y male (macho, varón), y los que designan los dos géneros son masculine (masculino) y feminine (femenino). No hay conexiones universales, necesarias, naturales, fijas ni esenciales entre sexo y género, entre la naturaleza y los patrones de género usados en el proceso de aculturación de una criatura; entre el destino biológico y el de género. Son las sociedades y las familias quienes dictaminan que las criaturas hembras se transformen en femeninas y que los machos se transformen en masculinos. En resumen, el género es una construcción social.Los ensayos de este volumen tienen tres propósitos generales. Por un lado, representan trabajos fundamentales de los estudios de mujeres y los estudios de género en los Estados Unidos. Por otro, reflejan los cambios en esos campos. Y, finalmente, buscan estimular nuevas ideas e iniciar diálogos sobre el género.




Sexualidad Humana




Uno de los destinos fundamentales de la sexualidad es la reproducción. De hecho, existen varones y mujeres porque es indispensable que la presencia del hombre se sostenga en la tierra. Y éste es un deber y un derecho que compete a cada uno porque se trata de un mandato de la vida que exige cumplirse a toda costa. Atentar contra este principio es atentar contra el hombre mismo y su cultura. Nada, pues, puede obstaculizar este destino porque al hacer un niño, cada mujer y cada varón crean y recrean su propia historia y la historia de la humanidad. Algunas concepciones religiosas han experimentado serios conflictos para entender la sexualidad, no como una parte de la vida, sino como la vida misma que no puede ser dividida. Estas dificultades les condujo al camino más fácil y menos comprometedor: tomar a la sexualidad casi exclusivamente desde el punto de vista de la reproducción. En especial a la mujer, no se le ha dado otro lugar que el de ser madre, dejando de lado e incluso desconociendo su posición de sujeto con derecho a lo placentero y gozoso de su propia feminidad. En consecuencia, el destino de la mujer no era otro que la maternidad. Y para ello se preparaba desde muy pequeña. Inclusive su estatus de esposa quedaba supeditado al de madre, puesto que el matrimonio no significaba más que el camino aceptado y bendecido para que cumpla su misión en la tierra. Para los varones las cosas fueron significativamente diferentes. Para ellos sí permanecieron siempre abiertas las puertas a las expresiones placenteras. Inclusive les estuvo permitido abandonar a una mujer si ésta no era virgen, si se resistía a hacer el amor, si no concebía un hijo. Con frecuencia, lo lícito para él se transformaba en ilícito, inmoral o, por lo menos, de mal gusto para la mujer. Probablemente, el cambio más significativo que han sufrido las concepciones de la sexualidad es, justamente, el haber quitado a la reproducción de ese lugar de casi exclusividad, no para eliminarlo sino para incluir otras realidades antes negadas o pasadas por alto. Se trata de rescatar lo erótico y de las experiencias placenteras que constituyen elementos fundamentales de la sexualidad humana y que ya no pueden ser pasados por alto. Por otra parte, lo erótico y lo placentero no son bienes exclusivos de los varones sino factores inseparables de la sexualidad, la virtud constitutiva de la elación amorosa puesto que están destinados a humanizar la sexualidad de la naturaleza. Porque únicamente el hombre es un ser erótico. Probablemente, el temor a lo erótico y al placer impidió que, durante siglos, el tema de la sexualidad pueda circular de manera clara y sin obstáculos en el discurso de los sujetos y de las sociedades. Primero porque al placer se le ubicó al borde del mal, en los límites de lo pecaminoso y lo prohibido. En segundo lugar porque no se quiso ver que lo erótico no solamente es una expresión de la ternura y del amor sino que es su alimento, incluso su razón de ser. ¿Por qué amar a una determinada persona, cómo enamorarse de ella, dejando a un lado a millones de otras más que nos rodean? ¿Por qué y cómo vivir años y años en su compañía? Ese misterio del amor no puede resolverse sino desde la experiencia erótica y desde el placer que la sexualidad compartida brinda a los que se aman. La condición de la sexualidad y de la vida amorosa es la posibilidad y la realidad efectiva de lo erótico, lo placentero y gozoso que se hallan presentes en la cotidianidad, en los pequeños actos de la vida y en el abismo de la entrega y fusión amorosa. Lo erótico debe entenderse como invitación a que el amor surja como de una fuente y a que lo placentero sea la realidad que permite los acercamientos y lo que los sostiene. Es la condición para que el amor se produzca y para que el enamoramiento se torne en vínculo capaz de unir a dos desconocidos. Suele, pues, expresarse de manera apenas detectable, como si quisiese pasar desapercibido o bien irrumpe de forma violenta, invasiva. Como invitación y llamada, lo erótico se expresa sin cesar en el color, el movimiento, la mirada, la voz, el discurso, las demandas, las caricias. Por otra parte, lo erótico hace que la sexualidad humana nada tenga que ver con los instintos que caracterizan a los animales. Al contrario, cuando en un sujeto aparece lo instintual no dudamos en calificarlo de anormal y hasta de perverso. Nuestra vida no se halla regida por necesidades ciegas e imperativas. La sexualidad del hombre se hace mediante deseos y se expresa a través de demandas y ofertas. No se puede llegar al otro si no se recibe esa especie de consentimiento que legitime toda aproximación. De lo contrario, la caricia, la mirada, la palabra que podría ser tierna se transforma en agresión, en violencia. La sexualidad humana no es una continuación más perfecta de la sexualidad animal. Es su opuesto por cuanto la regulan normas, principios, tradiciones y leyes. Es claro que no es dable estudiar la sexualidad humana en los comportamientos observables de los ratones de laboratorio. Este es el campo en el que se hacen y nacen los hijos. Ya no como el producto de uniones casuales, agresivas o violatorias. Ni siquiera como accidentales fusiones de óvulos y espermatozoides. Para hacer un niño se requiere algo más que la capacidad biológica de una pareja que, en demasiados casos, apenas termina de inaugurarla en la adolescencia. Hace falta que mujeres y varones se sientan aptos para compartir sus propias libertades en la ternura y capaces de certificar luego al hijo de que nació porque fue querido, buscado y preparado. Lo cual implica que el hijo nace en la confluencia de dos deseos y del gozo de dos


Uno de los destinos fundamentales de la sexualidad es la reproducción. De hecho, existen varones y mujeres porque es indispensable que la presencia del hombre se sostenga en la tierra. Y éste es un deber y un derecho que compete a cada uno porque se trata de un mandato de la vida que exige cumplirse a toda costa. Atentar contra este principio es atentar contra el hombre mismo y su cultura. Nada, pues, puede obstaculizar este destino porque al hacer un niño, cada mujer y cada varón crean y recrean su propia historia y la historia de la humanidad. Algunas concepciones religiosas han experimentado serios conflictos para entender la sexualidad, no como una parte de la vida, sino como la vida misma que no puede ser dividida. Estas dificultades les condujo al camino más fácil y menos comprometedor: tomar a la sexualidad casi exclusivamente desde el punto de vista de la reproducción. En especial a la mujer, no se le ha dado otro lugar que el de ser madre, dejando de lado e incluso desconociendo su posición de sujeto con derecho a lo placentero y gozoso de su propia feminidad. En consecuencia, el destino de la mujer no era otro que la maternidad. Y para ello se preparaba desde muy pequeña. Inclusive su estatus de esposa quedaba supeditado al de madre, puesto que el matrimonio no significaba más que el camino aceptado y bendecido para que cumpla su misión en la tierra. Para los varones las cosas fueron significativamente diferentes. Para ellos sí permanecieron siempre abiertas las puertas a las expresiones placenteras. Inclusive les estuvo permitido abandonar a una mujer si ésta no era virgen, si se resistía a hacer el amor, si no concebía un hijo. Con frecuencia, lo lícito para él se transformaba en ilícito, inmoral o, por lo menos, de mal gusto para la mujer. Probablemente, el cambio más significativo que han sufrido las concepciones de la sexualidad es, justamente, el haber quitado a la reproducción de ese lugar de casi exclusividad, no para eliminarlo sino para incluir otras realidades antes negadas o pasadas por alto. Se trata de rescatar lo erótico y de las experiencias placenteras que constituyen elementos fundamentales de la sexualidad humana y que ya no pueden ser pasados por alto. Por otra parte, lo erótico y lo placentero no son bienes exclusivos de los varones sino factores inseparables de la sexualidad, la virtud constitutiva de la elación amorosa puesto que están destinados a humanizar la sexualidad de la naturaleza. Porque únicamente el hombre es un ser erótico. Probablemente, el temor a lo erótico y al placer impidió que, durante siglos, el tema de la sexualidad pueda circular de manera clara y sin obstáculos en el discurso de los sujetos y de las sociedades. Primero porque al placer se le ubicó al borde del mal, en los límites de lo pecaminoso y lo prohibido. En segundo lugar porque no se quiso ver que lo erótico no solamente es una expresión de la ternura y del amor sino que es su alimento, incluso su razón de ser. ¿Por qué amar a una determinada persona, cómo enamorarse de ella, dejando a un lado a millones de otras más que nos rodean? ¿Por qué y cómo vivir años y años en su compañía? Ese misterio del amor no puede resolverse sino desde la experiencia erótica y desde el placer que la sexualidad compartida brinda a los que se aman. La condición de la sexualidad y de la vida amorosa es la posibilidad y la realidad efectiva de lo erótico, lo placentero y gozoso que se hallan presentes en la cotidianidad, en los pequeños actos de la vida y en el abismo de la entrega y fusión amorosa. Lo erótico debe entenderse como invitación a que el amor surja como de una fuente y a que lo placentero sea la realidad que permite los acercamientos y lo que los sostiene. Es la condición para que el amor se produzca y para que el enamoramiento se torne en vínculo capaz de unir a dos desconocidos. Suele, pues, expresarse de manera apenas detectable, como si quisiese pasar desapercibido o bien irrumpe de forma violenta, invasiva. Como invitación y llamada, lo erótico se expresa sin cesar en el color, el movimiento, la mirada, la voz, el discurso, las demandas, las caricias. Por otra parte, lo erótico hace que la sexualidad humana nada tenga que ver con los instintos que caracterizan a los animales. Al contrario, cuando en un sujeto aparece lo instintual no dudamos en calificarlo de anormal y hasta de perverso. Nuestra vida no se halla regida por necesidades ciegas e imperativas. La sexualidad del hombre se hace mediante deseos y se expresa a través de demandas y ofertas. No se puede llegar al otro si no se recibe esa especie de consentimiento que legitime toda aproximación. De lo contrario, la caricia, la mirada, la palabra que podría ser tierna se transforma en agresión, en violencia. La sexualidad humana no es una continuación más perfecta de la sexualidad animal. Es su opuesto por cuanto la regulan normas, principios, tradiciones y leyes. Es claro que no es dable estudiar la sexualidad humana en los comportamientos observables de los ratones de laboratorio. Este es el campo en el que se hacen y nacen los hijos. Ya no como el producto de uniones casuales, agresivas o violatorias. Ni siquiera como accidentales fusiones de óvulos y espermatozoides. Para hacer un niño se requiere algo más que la capacidad biológica de una pareja que, en demasiados casos, apenas termina de inaugurarla en la adolescencia. Hace falta que mujeres y varones se sientan aptos para compartir sus propias libertades en la ternura y capaces de certificar luego al hijo de que nació porque fue querido, buscado y preparado. Lo cual implica que el hijo nace en la confluencia de dos deseos y del gozo de dos




La Sensualidad




La sensualidad es una facultad que posee el ser humano, en mayor o menor grado, durante toda su vida y que está estrechamente unida a la sexualidad. Una educación demasiado rígida puede propiciar la inhibición de la sensualidad pero no su desaparición, puesto que se trata de una cualidad inherente a todas las personas.
Un hombre o una mujer sensuales emanan estímulos capaces de excitar o deleitar a quienes son receptivos a sus señales. También saben captar y disfrutar plenamente de todos los momentos de placer que se les brinda. ¿Qué sería de la sexualidad sin la sensualidad? Absolutamente nada, si tenemos en cuenta que, en las relaciones amorosas más gratificantes, suelen ponerse los cinco sentidos.A través de la vista nos llega la luz que irradia la persona amada, el color de sus ojos, la forma de su cuerpo, la manera de moverse...; mediante el sentido del oído percibimos el tono y el timbre de su voz, sus palabras cariñosas y susurrantes...; el olor del cuerpo penetra por medio del nervio olfatorio, situado en la nariz...; con el sentido del gusto saboreamos la dulzura de un beso y, finalmente, gracias a ese extenso órgano del tacto que es la piel, se da rienda suelta a la imaginación en un gozoso intercambio de amor, emoción y placer.




ENFOQUE REALISTA




Genera tanta expectación que basta decir “la primera vez” para saber de qué se está hablando. y es que, la influencia del cine y la literatura han hecho creer a muchos jóvenes vírgenes que la primera vez que se hace el amor con alguien es siempre un momento maravilloso, irrepetible y casi mágico. Por otro lado, también existe la idea preconcebida de que los inicios son dolorosos para la mujer y van acompañados de sangre.


La realidad demuestra que la primera vez suele ser la más difícil y complicada de todas. Es normal que aparezcan sentimientos de pudor, ansiedad, temor, desencanto...
¿Cómo puede uno pretender alcanzar la perfección si no se tiene experiencia? Por regla general, los chicos y las chicas tienen grandes deseos de satisfacerse mutuamente, pero el desconocimiento de los gustos del otro y la falta de práctica pueden dar al traste con los mejores sentimientos y la mayor de las pasiones.


Ellos tienen temor a «no dar las expectativas», una expresión que engloba algunos contratiempos como la eyaculación precoz, la falta de erección, o la inhabilidad para dejar satisfecha a la pareja. Pero, es precisamente ese miedo, junto con los nervios, la sobreexcitación, la ansiedad y la inexperiencia, los causantes de tales percances.
En el caso de las chicas, existen múltiples temores: a quedarse embarazadas, a que les duela, a la hemorragia, a no gustar desnuda, a defraudar al compañero por la manera en la que se hace el amor... Con este cóctel de emociones no es extraño que no disfruten, y mucho menos que lleguen al orgasmo. A este respecto, no deberían angustiarse ni pensar que son frígidas, puesto que, para llegar al clímax, es preciso estar muy relajada.
Lo más adecuado sería conseguir una situación relajada, sin plantearse a priori la penetración como algo obligatorio, utilizando la ternura y la comunicación para conocer los deseos del otro. Pero, si aun así, la primera vez no ha salido «de película», no hay que decepcionarse. Con el tiempo, ya medida que se gane confianza en la pareja y en uno mismo, las relaciones serán más gratificantes.




¿CHICOS y CHICAS SIENTEN y PIENSAN IGUAL ANTE EL SEXO?




Es evidente que hombres y mujeres tenemos una sexualidad diferente por motivos biológicos pero, en el fondo, los sentimientos y pensamientos suelen ser muy parecidos. Lo que ocurre es que, los condicionamientos sociales y culturales influyen poderosamente en ambos sexos, inhibiendo o potenciando una serie de conductas, según se trata de una chica o de un chico.
EllosEn general, se entiende que ellos, como se dice coloquialmente, «van más al grano» y aceptan de buen grado el sexo, sin implicaciones afectivas. La idea que se desprende del mundo masculino es la de que el amor no es lo más importante en la vida.


Quizá, debido a la educación recibida, esto sea cierto en muchos casos, pero hay que tener en cuenta que nos movemos en un terreno complejísimo. Por un lado, en el grupo de los hombres existen grandes diferencias, y por otro, no hay que olvidar la evolución y adaptación experimentada por muchos de ellos, como consecuencia de la incorporación de la mujer al trabajo y sus demandas de igualdad.
Muchos hombres de hoy están «a años luz» de distancia de sus antepasados. No asocian necesariamente «virilidad» con términos como poder, protección, control, fuerza... Su masculinidad no sufre estragos cuando comprueban que la mujer que tienen al lado es sexualmente activa. También necesitan un cierto ritual antes de acostarse con una chica. Y, cada vez son más los que confiesan abiertamente que «lo que necesitan es amor».EllasA pesar de que la educación sexual es cada vez mayor y más igualitaria, las chicas suelen tener más pudor y se manifiestan de forma más reprimida que los chicos en el ámbito sexual. Hay diferencias cuyo origen está en la propia naturaleza humana, como el hecho de que la respuesta femenina sea algo más lenta que la masculina, pero otras se alimentan de presiones externas provenientes del ámbito familiar, la religión, los medios de comunicación, el cine... Parece como si existiera un cierto temor a la libertad sexual de las mujeres. ¿Por qué aún se sigue asociando una mujer que disfruta sexualmente con un ser pervertido?
Ante las primeras relaciones sexuales de sus retoños, los padres suelen actuar de forma distinta, según se trate de un hijo o una hija. Por lo general, ven con muy buenos ojos el debut del chico. En cambio, es más difícil encontrar a un padre feliz por el estreno de su hija que ver a un camello entrar por el ojo de una aguja.




Actividad Sexual




La actividad sexual es una expresión conductual de la sexualidad personal donde el componente erótico de la sexualidad es el más evidente. La actividad sexual se caracteriza por los comportamientos que buscan el erotismo y es sinónimo de comportamiento sexual.


La edad en que tiene lugar la primera relación sexual varía considerablemente de un país a otro y de una región a otra.


Aunque la impresión común es que los adultos jóvenes de hoy comienzan la actividad sexual a edades más tempranas que las generaciones anteriores, las comparaciones entre las mujeres de 20 a 24 años y las de 45 a 49 años en el momento en que se llevaron a cabo las Encuestas Demográficas y de Salud (EDS) a fines de los años 80 y los años 90 no muestran una tendencia universal. (La edades medianas de los Cuadros 2 y 3 se calculan para todas las mujeres, inclusive las que no han comenzado aún la actividad sexual. Por lo tanto, las edades medianas registradas en las EDS que figuran en el Cuadro 2 son mayores que las edades medias de las mujeres sexualmente activas solamente que aparecen en el Cuadro 4.)
En realidad, la edad mediana de la mujer en el momento de la primera relación sexual ha aumentado en muchos países, sobre todo en Asia y América Latina .La educación continua y la postergación del matrimonio pueden explicar algunos de los incrementos de América Latina .




Aun en lugares en los cuales la primera relación coital tiende a tener lugar a una edad mayor que en el pasado, cada vez más ocurre antes del matrimonio; incluso donde la edad al practicar el primer coito está aumentando, la edad al casarse está subiendo más rápidamente .
Actividad sexual premarital. Al prestarse atención a la actividad sexual entre los adultos jóvenes, suele pasarse por alto el hecho de que en el mundo en desarrollo la mayoría de los adultos jóvenes, espcialmente las jóvenes, no son sexualmente activos y que la mayor parte de la actividad sexual de los jóvenes tiene lugar dentro del matrimonio.
Aun así, en muchas partes del mundo la actividad sexual premarital es común entre los jóvenes La frecuencia varía de acuerdo con el sexo y la clase económica. En todas las sociedades es mayor el porcentaje de varones que declaran tener relaciones sexuales que el de niñas de la misma edad, y los varones inician la actividad sexual más temprano. En las Encuestas de Salud Reproductiva de los Adultos Jóvenes de América Latina, por ejemplo, la edad media en el primer acto sexual variaba de 13 a 16 años entre los varones y entre 16 y 18 años entre las niñas.


En Africa, entre los estudiantes de Kenya encuestados a fines de los años 80, 48% de los varones de la escuela primaria y 69% de los varones de la escuela secundaria eran sexualmente activos, en comparación con 17% y 27% de las niñas de las escuelas primaria y secundaria.


En Asia, donde se han realizado menos estudios, los datos correspondientes a Hong Kong, Corea del Sur y Tailandia muestran que menos de 10% de las mujeres no casadas menores de 24 años de edad han tenido relaciones sexuales . En Tailandia, por otra parte, más de la mitad de los varones declararon haber tenido relaciones sexuales al llegar a los 18 años, por lo común con una prostituta .
Los hombres jóvenes declaran con más frecuencia tener varias compañeras sexuales y relaciones sexuales con personas conocidas ocasionalmente. Las jóvenes, en cambio, suelen declarar que han tenido la primera y subsiguientes relaciones sexuales con un enamorado o el novio.




Es probable que las encuestas no siempre informen correctamente acerca del comportamiento de los jóvenes. Los jóvenes tal vez exageren, poniendo de manifiesto las normas culturales que fomentan y aprueban la experimentación sexual en los muchachos, mientras que las jóvenes quizá declaren menos actividad sexual de la verdadera debido a las normas culturales que valoran la virginidad de las niñas. Como observó una joven en un estudio de Zimbabwe, "si lo escribo es como si me pusiera frente a mi vida".
La actividad sexual entre los jóvenes no casados está aumentando en muchas regiones. En los últimos 15 años estudios realizados en Africa y América Latina han revelado porcentajes crecientes de adultos jóvenes no casados sexualmente activos .


Al menos un investigador señala, sin embargo, que la actividad sexual ocasional también es más común ahora entre los adultos, tanto casados como no casados, y entre los jóvenes.




Sexo




Sexo puede ser otra palabra para género (hembra o varón). O sexo también se refiere a cualquier actividad que genere una buena sensación dentro del cuerpo o en los genitales de un hombre o una mujer. Puede incluir besos, abrazos, frotar el cuerpo, tocar, agarrarse de las manos, relaciones sexuales o hasta hablar sobre el sexo.



Una de las grandes preocupaciones de muchas personas es la relación que existe entre el amor y el sexo. Hay quienes opinan que es perfectamente posible separarlos, mientras que para otros dicha separación no es posible ni tampoco deseable.

Es un tema con tantas implicaciones y entresijos que conviene ir por partes y destacar algunos aspectos. En primer lugar, resulta necesario crear un contexto para nuestra exploración. Los alcances de la sexualidad son inmensos y muchas veces insospechados. Tanto, que en bastantes ocasiones la comprensión que se tiene del término «sexo» resulta algo confusa y vaga. Si tomamos en cuenta los múltiples tabúes a los que ha estado sujeto el sexo no debiera sorprendernos. En términos generales, el concepto que la gente en tiene del sexo varía dependiendo de la edad, la educación, la cultura, el entorno familiar, la experiencia…
La edad es un factor que suele influir con respecto al concepto que se tiene del sexo. Asimismo, puede también influir en las actitudes que genera. De hecho, la edad a veces se utiliza como razón para explicar una cierta intolerancia o incomprensión hacia el sexo y la sexualidad. Esto es, a mayor edad, supuestamente, mayor intolerancia. Esto no siempre es así, recordamos con mucho cariño charlas que hemos dado a grupos de personas muy mayores, que con su gracia y desenfado han dado lecciones de tolerancia y ganas de disfrutar del sexo y de la vida. Y estamos hablando de personas de más de 70 años, tanto hombres como mujeres.
Los factores de la educación y la cultura están estrechamente relacionados. Vivimos en una cultura fuertemente influenciada por el legado judeo-cristiano. La mayoría sabemos lo que esto significa. Es decir, durante siglos se ha considerado que el sexo debe cumplir la función de la procreación y poco más. Aunque este tipo de mensaje está cambiando y, de hecho, existe una mayor libertad, la sombra del pecado y la culpa, inconscientemente, puede pasar factura en algunas personas.
La educación, por su parte, suele realizarse dentro de un contexto cultural. Sin embargo, es verdad que muchas personas han intentado centrarse en los aspectos positivos de la actividad sexual. Pueden contemplar el sexo como algo placentero y divertido, como una oportunidad para acercarse a la pareja y crear mayor intimidad. Sin embargo, como ya hemos sugerido antes, inconscientemente las personas han asimilado una serie de consignas negativas con respecto al sexo. En el fondo, y muchas veces sin darse cuenta, uno de los mensajes que se siguen propagando es que el sexo es algo peligroso, que hay que evitar. Por todo ello, no es de sorprender que en ocasiones no se sepa muy bien qué engloba el sexo y el lugar que tiene la afectividad en todo esto.
¿A qué crees que se deba tanta confusión con respecto al sexo? ¿Por qué todavía algunas personas sufren en silencio sus dudas con respecto a la sexualidad? ¿Qué factores crees que influyen en la concepción del sexo y del amor? ¿Qué es para ti el sexo?

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